En una conversación con el compositor L.J. Mateo me ha llamado la atención la oposición de Theodor Adorno a las leyes del mercado. Los artistas con éxito son prueba de la clase dominante que quiere imponer su criterio en la sociedad. Sin embargo, el verdadero artista es el que fracasa pero persiste. El compositor de música clásica contemporánea Lachenmann tiene la misma opinión. Cuando un autor es comercial, sospechamos la mano negra del capitalismo detrás. Sólo dando la voz a los oprimidos, podremos dar la vuelta a la tortilla y rescatar del olvido las voces acalladas por la historia.
Ardua labor para el filólogo clásico que, heredero de una tradición de grandes nombres globalizados, casi no puede desenterrar clásicos olvidados. Quizá la historia de las mujeres sea un aliciente o la oculta labor de filósofos orillados por el pensamiento predominante. En cualquier caso, de esta dialéctica negativa, donde en vez de avanzar retrocedemos, no se libra nadie. Retroprogredior
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