Hoy he visitado con unos amigos de Málaga el Pilar de Zaragoza, donde había una exposición sobre la restauración de las pinturas de Goya y las humedades de la pared. A la vista de mis amigos la basílica, con la fachada limpiada, tenía un interior muy moderno para lo que suelen ser las catedrales en España. El cuadro de Isabel Guerra sobre el milagro de Calanda tiene una luminosidad que no se haya en muchos polvorientos óleos. Los canónigos decidieron ya quitar los cirios de ofrenda, que despedían mucho humos, y ahora hay unos lampadarios con estilo. El camarín de la Virgen sigue intacto, así como la veneración posterior. La exposición de fotos y audiovisiuales era muy completa.
Es la segunda vez que subo a la torre noroccidental. Reconozco que no he podido ver Los Pirineos de la primera vez, pero me ha encantado reconocer viejos edificios de la Zaragoza de siempre: la cúpula del Banco Zaragozano, San Miguel, los focos de la plaza y, ¡cómo no!, la Torre del Agua, el ebrobús y el Puente del Tercer Milenio. La Zaragoza de antaño en armonía con una ciudad del siglo XXI.
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