La diferencia más evidente entre enseñanza pública y privada se halla en el dinero. A la enseñanza privada pueden acceder perfectamente inmigrantes, siempre y cuando paguen puntualmente las mensualidades.
Los que creemos que la educación debe ser gratuita, como una extensión de la propia educación en la familia, que es gratuita, optamos por la enseñanza pública como el mejor referente. Además los estándares de calidad se los lleva siempre los centros del estado: mejor preparación del profesorado, mejores instalaciones y mejor socialización de los niños, en contacto con la plural realidad española y no sólo con los de su clase social. Si para poder estudiar en la Edad Media tenías que hacerte monje, es incompatible en el siglo XXI con el sentido científico y tecnológico que nuestra sociedad reclama.
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