Resumimos aquí el artículo correspondiente del Profesor del IES Bajo Aragón, Pablo Cuevas, para el II Simposio sobre Humanismo, celebrado en Alcañiz en 1995. Como dice el profesor de literatura española, en la Huesca del siglo XVII se dio un enfrentamiento entre partidarios de los jesuitas, que proponían una educación basada en el universo laico de Erasmo, Vives y Petrarca, y los partidarios de otras órdenes, como carmelitas o agustinos, de cuño contrarreformista y centrados en el catolicismo.
Del lado de una vuelta al clasicismo renacentista del XVI se hallaban personalidades tan influyentes como Lastanosa o Andrés de Uztarroz, cercanos a la visión culturalista de Gracián. Sin embargo, el Concejo de Huesca no siempre se manifiesta del lado de los jesuitas, sino que a veces incrementa el sueldo de profesores de otras órdenes religiosas. El conflicto, pues, no se limitaba sólo al ámbito económico, porque detrás de la visión de las otras órdenes religiosas se defendía un gramaticalismo trasnochado en las aulas, mientras que los jesuitas proponían una visión moralizante de los clásicos.
El paralelismo con nuestra época es clarisimo: por una parte, todavía queda en nuestro país una legión de estructuralistas de viejo cuño que enseñan latín a base de memorizar declinaciones y conjugaciones como papagayos. De otra, estamos el movimiento del latín vivo, como única defensa de una lengua, acosada por el abuso de las extranjeras (inglés, francés...), pero también con una visión simplista de la lengua española.
Del lado de una vuelta al clasicismo renacentista del XVI se hallaban personalidades tan influyentes como Lastanosa o Andrés de Uztarroz, cercanos a la visión culturalista de Gracián. Sin embargo, el Concejo de Huesca no siempre se manifiesta del lado de los jesuitas, sino que a veces incrementa el sueldo de profesores de otras órdenes religiosas. El conflicto, pues, no se limitaba sólo al ámbito económico, porque detrás de la visión de las otras órdenes religiosas se defendía un gramaticalismo trasnochado en las aulas, mientras que los jesuitas proponían una visión moralizante de los clásicos.
El paralelismo con nuestra época es clarisimo: por una parte, todavía queda en nuestro país una legión de estructuralistas de viejo cuño que enseñan latín a base de memorizar declinaciones y conjugaciones como papagayos. De otra, estamos el movimiento del latín vivo, como única defensa de una lengua, acosada por el abuso de las extranjeras (inglés, francés...), pero también con una visión simplista de la lengua española.
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