[foto: urna funeraria de los santos Justo y Pastor en la Catedral de Huesca]
El Emperador romano Diocleciano empezó en 301 una persecución no violenta contra las iglesias cristianas, incitado por el que luego sería Emperador Galerio, su yerno. Unos años después comenzó una persecución violenta con martirio de confesores de la fe. Justo y Pastor eran dos niños de Complutum (Alcalá de Henares) que murieron mártires ante el gobernador Daciano por no renegar de su fe, según narran las actas. Sus restos fueron custodiados en una capilla alcalaína hasta que la ocupación musulmana obligó a trasladarlos primero a Huesca y luego a Burdeos. En el siglo XVI las reliquias volvieron mayoritariamente a la ciudad madrileña, excepto el arca de la foto.
Todo esto sonaría a leyenda piadosa, si no fuera porque todavía hoy se producen apostasías al bautismo de rito romano, por parte de algunos grupos proselitistas. Detrás de ello hay intereses de otros países y de otras tradiciones no mediterráneas. El desarraigo que se produce en los trabajos fuera de la ciudad de origen lleva a algunos a abrazar confesiones que entran con calzador en nuestras convicciones, según mi punto de vista. Sileat mulier de politicis.
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