Lanzo esta hipótesis que explica las diferencias lingüísticas en el seno de la vida social. Cuando llegamos a adultos nuestro mundo se hace más grande. La frase "los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo" es aplicable a nuestra exploración sobre el mundo. Para ello empleamos mapas, medios de transporte, medios de comunicación, aparte de la sabiduría heredada de nuestras respectivas familias. Exploramos el mundo y lo resituamos en nuestro lenguaje particular (idiolecto).
En el caso del latín la cosa no sería muy diferente. Tradicionalmente se asociaba a clases acomodadas (la Iglesia oficial, los humanistas...), que con el paso del tiempo perdieron la plausibilidad. Ser profesor de una lengua implica relacionarse con otras clases sociales promoviendo un cambio lingüístico (sociolecto): la capacidad de determinada lengua para explicar el mundo contemporáneo. Desde esta perspectiva, resulta más necesario estudiar el peplum, las locuciones latinas en español o la serie Hispania. Pero advierto dos velocidades en este análisis social:
* los académicos, preocupados por la precisión de la lengua
* los contemporizadores, que establecen relaciones entre el mundo clásico y el moderno.
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