Ayer compré en la librería el libro Lengua y comunicación en el español del turismo de Maria Vittoria Calvi. Trata sobre el lenguaje sectorial del turismo, tan desarrollado en nuestro país, y que está codificado por una serie de giros y expresiones propias. Para investigarlo hace falta estudiar guías turísticas, revistas de viajes, catálogos, páginas web, anuncios publicitarios, folletos y documentos de viaje.
Para cruzar una aduana se necesita algo más que el pasaporte y el billete de la agencia de viajes de la esquina. Me han contado que en algún país de África, por ejemplo, en vez de la cartilla de vacunación puedes pagar dinero para entrar, lo cual es interpretado por nosotros como corrupción administrativa. Los trenes, por ejemplo, funcionan peor en Alemania que en España, porque para un mismo destino hay dos rutas posibles, lo cual confunde. También es un tópico eso de que sabiendo inglés viajas por todo el mundo: eso sí, sin salir del hotel. Recuerdo, por ejemplo, cuando quería coger en Estambul el travía a Santa Sofía: nadie me entendía en inglés, así que hablé en griego moderno (Agía Sofía) y me entendieron. El colmo de la comunicación entre países fue durante mi viaje a Alemania: me perdí en el aeropuerto de Frankfut y una chica alemana me orientó en castellano, mientras yo le respondía en alemán. Me sentí que era más alemán yo que ella.
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