El Gobierno de Aragón ha comprado recientemente el cuadro de Goya titulado "la letra con sangre entra", en que se ve a un profesor dando azotes a un alumno díscolo.
Puede parecer que sólo los profesores y curas trasnochados pegaban a sus discípulos, pero resulta que ya el poeta Horacio se quejaba de que tuvo un magister plagosus, esto es "vapuleador". La sevicia en la antigüedad era característica del gremio de los maestros. Es más, Marcial, con un humor muy nuestro, le pide a un profesor vecino que deje de azotar a su alumnos porque no hace más que ruido. El poema termina graciosamente dirigiéndose al dómine: "¿quieres te paguemos para que calles lo mismo que cobras por gritar?".
Los ejemplos podrían continuar. Publiqué un artículo sobre ello en la revista Humanitas del Foro Humanístico Aragonés, el año 1995. Pero para concluir este artículo voy a citar un contraejemplo: el ensayista francés del Renacimiento, Montaigne, aprendió a hablar latín desde muy pequeño con un maestro que no le zurraba. Y termina un ensayo diciendo que no necesitó la fusta para aprender latín, porque su profesor le enseñó a hablar desde chiquito.
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