domingo, 5 de marzo de 2017

EL VINO EN LA LITURGIA

[foto: cáliz del siglo XII del Camino de Santiago]

En las sociedades mediterráneas las viñas forma parte del paisaje habitual de los campos. No es de extrañar que Jesucristo consagrara el vino, como bebida que nos une a la divinidad: "la sangre". A diferencia de los católicos, los laicos ortodoxos comulgan bajo las dos especies: el pan y el vino. Mediante una cuchara, los fieles beben vino consagrado.
En cambio, los mormones no incluyen en sus bendiciones esta bebida y la sustituyen por agua. Quizá sea porque hay personas que no pueden tomar nada de alcohol, ya que toman pastillas incompatibles. En cualquier caso, sí bebían vino los judíos, aunque nunca aguado. El Antiguo Testamento está lleno de referencias a que alegra el corazón del hombre bebido en su justa medida. Los griegos, por su parte, siempre bebían vino mezclado con agua en la cratera. El simposiarca decidía la cantidad de agua tibia que unía al vino, a fin de que la velada durara más o menos. In vino veritas.

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