Según cuenta el maestro de retórica Quintiliano, la tarea del orador es triple: docere, delectare et movere ("quia non docere modo sed movere etiam ac delectare audientis debet orator", Inst. Or. 2, 11).
Viene esto a cuento, porque el profesor no sólo debe enseñar y agradar, como exigía el viejo Horacio, sino que también debe "mover a la acción". Inútiles serían nuestras clases, si luego los alumnos no leyeran en casa, viajaran a ciudades antiguas o participaran en obras de teatro. El calagurritano Quintiliano, recordemos, fue el primer profesor pagado por el Estado para impartir retórica: el primer funcionario docente de la historia. Sit venia verbis.
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