
Una curiosa historia que puede hacerse realidad en algunos centros donde autoridad reina por su ausencia. Y no hace falta enseñar el evangelio para ser martirizado por esos elementos rebeldes que solo quieren pasar de curso, beber alcohol y torear al profesor. Luego los padres defienden a sus poyuelos, pensando que el profesor es el causante de que su familia vaya mal. Y para colmo el Ministerio de Educación nos obliga a hacer cursos y cursillos para que arreglemos un problema que no es nuestro. Asi que, Casiano, tienes aqui otro compañero que suplica tu intercesión.
Desde México, un saludo. En verdad me ha hecho reir la reflexión, al menos ya sé a quién encomendarme antes del inicio del curso.
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